Rituales del siglo XXI

 La India es un sitio complicado. Todo lo que tiene de complicado lo tiene de fascinante.

Y luego está Varanasi.

Hay un antes y un después de Benarés. A partir de ahí todo lo ves…distinto.

  
  

La sensación de perderte por sus calles es sencillamente abrumadora, aún más si está lloviendo. Toda la gente, carros, camiones, charcos, barro y sonidos, sobre todo sonidos, hace que te pierdas tan dentro que todo te pide simplemente despertar.

Es como si estuvieras dormida, absorbida y anestesiada. O espabilas o desapareces. 
Después del estupor inicial, abres los ojos y ya lo entiendes. Los olores y colores, los movimientos, una vitalidad única que por fin eres capaz de seguir después del shock.

Nos llevaron a ver la ceremonia de cremación en los ghats. Cuesta un dinerillo, todo cuesta en India un dinerillo y no debimos de pagar mucho, porque nos colocaron lejos, en unas barcas a una cierta distancia, pero que nos permitía ver el conjunto del espectáculo, porque eso parecía, un espectáculo con mucho misticismo y con un rótulo de neones que nos recordardaba las bases de su fe. India país de contrastes.

Imagino que cualquier Indio en una procesión de Semana Santa también flipará en colores. Same same.

Lo de las cremaciones no lo veía claro, era el primer contacto. Hogueras a lo lejos y piras por el Ganges.

Al día siguiente nos subieron a una pira enorme con los restos de una señora quemándose a un paso nuestro. Le veíamos la cara. Una vaca escuálida rondando las cenizas, el perro mordiendo unos restos de huesos, el humo que se nos metía en los ojos hasta hacernos llorar y ese inconfundible olor a piel quemada. A partir de ahí el resto se volvió light.

No pasa nada. Es Varanasi. Es así.

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